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Non Stop politique, 28/11/2016

Editorial "La visión de The Guardian sobre Francia: Fillon vs. Le Pen es la peor contienda"

El giro hacia la derecha en las democracias occidentales es innegable. La izquierda comparte la culpa, en Francia y otras partes.

Publicado: 2016-11-30


** Traducción libre del inglés al castellano ** 

Publicado en The Guardian, el 28/11/2016

A lo largo de las democracias occidentales, el centro de la gravedad política gira errática pero inexorablemente hacia la derecha. El voto por el Brexit en Reino Unido provocó una inclinación hacia la derecha en el gabinete de Theresa May y ha sido seguido por la elección de Donald Trump y un congreso republicano en Estados Unidos. Esta semana, los austriacos puede que elijan a un presidente de derecha, mientras que el gobierno de centro izquierda italiano podría caer después del referéndum constitucional de este domingo. En Francia mientras tanto, el partido republicano de centro-derecha ha elegido a François Fillon, el más conservador de los aspirantes para ser su candidato presidencial en las elecciones de 2017, las que podrían terminar con un frente a frente con el partido de extrema derecha, el Frente Nacional de Marine Le Pen.

Es un error tratar estos hechos como simplemente intercambiables. Cada país tiene su propia dinámica local. Fillon, por ejemplo, ha sido regularmente descrito como un admirador de Margaret Thatcher -una carga que será proclamada por sus oponentes desde ahora hasta abril. Pero su atención en las raíces francesas católicas lo pone en una larga tradición del conservadurismo francés que no tiene equivalente real en Gran Bretaña. Su política no es la misma que las de May, quien es a su vez es diferente de Trump. El nuevo líder del partido Ukip, Paul Nuttall, quien ha reemplazado a Nigel Farage, no es tampoco el Le Pen británico. (1)

Sin embargo, estos acontecimientos a lo largo del mundo occidental tienen elementos significativos en común y reflejan un humor similar entre sus votantes. Esto incluye la inseguridad laboral frente a la globalización, la hostilidad hacia la migración, la cólera contra las élites urbanas, el miedo al terrorismo, y en algunos casos, una actitud más indulgente hacia la Rusia de Vladimir Putin. Más aún, Fillon se ha convertido en el principal candidato para ser el próximo presidente de Francia sin que los medios lo vieran venir. Otra muestra más de la mala lectura colectiva que marcó tanto el referéndum por el Brexit como la elección de Trump.

El crecimiento de Fillon envía una señal particularmente resonante. Él pasó los últimos tres años recorriendo Francia para escuchar las preocupaciones de los votantes de derecha. Luego tradujo esta experiencia en una campaña dura a favor de un estricto y mínimo nivel de inmigración, en la restauración de los valores católicos conservadores, en la revisión de las leyes laborales y en un gran recorte de puestos en el sector público. El resultado fue que Fillon logró una abrumadora victoria de dos a uno sobre su principal rival, el más moderado Alain Juppé, a quién derrotó en 92 de los 95 departamentos de Francia. Ambos hombres fueron primeros ministros pero fue Juppé y no Fillon quien fue percibido por los votantes como alguien que hacía campaña dentro de la burbuja institucional. Las promesas del perdedor de “aplacar y reformar” así como la de asegurar una “identidad feliz” encontró pocos adeptos en una nación francesa que no ha logrado unificarse convincentemente, ni contra el declive económico ni contra el terror radical.

La capacidad de la centro-derecha para responder y dar forma al mundo tal como está evolucionando en 2016 contrasta con la incapacidad de la centro-izquierda para elaborar respuestas convincentes. Este fracaso es simultáneamente particular para los países individuales y compartido más allá de las fronteras. La izquierda francesa provee un buen ejemplo. Con contadas excepciones, como Canadá y Portugal, la centro-izquierda ha luchado para ganar las elecciones recientes en ambas partes del Atlántico. La izquierda francesa sufre porque hace parte de esa dificultad internacional más general de articular una alternativa que capte el humor popular pero también por ser un ejemplo local particularmente agudo de dicho fracaso.

Los socialistas franceses tienen poco tiempo para que sus problemas se resuelvan antes de las primarias programadas para enero. Aunque las señales no son buenas. François Hollande no ha sido ni un reformador radical ni un izquierdista tradicional. Ha sido indeciso y la desesperación de ambas alas de su movimiento sigue creciendo. Es ahora el presidente menos popular desde la conformación de la quinta república. Las encuestas sugieren que no podría pasar a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales si se presentara para un segundo mandato.

Ya han aparecido una serie de candidatos alternativos, desde Jean-Luc Mélenchon para la izquierda de los socialistas hasta Emmanuel Macron en el centro. El fin de semana, el primer ministro Manuel Valls insinuó también que entraría a la carrera. Hollande puede decidir sin embargo si el éxito de Fillon abre un espacio en el que sus probabilidades de ganar puedan mejorar. Sea como fuere, cualquiera de ellos tendrá dificultades para unificar a la mayoría. El peligro es que la fragmentación y la incoherencia en la izquierda sean demasiado profundas. De ser el caso, y sin un candidato creíble en la izquierda, los votantes franceses tendrán que enfrentar una torva elección entre el derecha convencional y la extrema derecha. Ese es un gran problema para Francia sobre todo pero también refleja un fracaso mucho más amplio.

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Nota: 

(1) Partido de la Independencia del Reino Unido (Ukip), de ultra-derecha y catalogado como "eurófobo". Nutall es eurodiputado y ex brazo derecho de Nigel Farage, uno de los principales impulsores de Brexit y bastante cercano al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Farage, en declaraciones dadas al Sunday Express, alabó a la representante de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, calificándola como una política "brillante" con cuya victoria en el 2017 aseguraría "el final de la UE". Ver más: http://www.elmundo.es/internacional/2016/11/28/583c1d6d22601d5e288b45c3.html



Escrito por

Gisela Luján Andrade

Comunicadora (U.Lima) y politóloga (U.Sorbona / PUCP), con estudios de doctorado en Sociología (EHESS-Paris). Miembro Perú de SEHLAC. .


Publicado en

La habitante

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