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Fuente: Peru.com

Un gobierno con minoría: cinco meses de tira y afloja

Publicado: 2016-12-30

Cinco meses de gobierno y un ministro censurado. Ese fue el saldo provocado por una mayoría parlamentaria que decidió dar la primera gran estocada a ese Ejecutivo que, según su perspectiva, se negaba a reconocer el verdadero alcance de su poder. Con la interpelación y posterior censura de Jaime Saavedra, el ministro “más popular” del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, Fuerza Popular, la primera fuerza política del Parlamento, hacía “gran entrega” del primer capítulo de lo que pretendía anunciarse como un acalorado y prolongado thriller político.   

En efecto, con dicha censura, la primera fuerza política del parlamento no solo hacía alarde de la fuerza de su mayoría absoluta -sus 72 curules sobrepasan con ventaja los 66 votos requeridos para asegurarse esta mayoría- sino que amenazaba con poner en jaque el Ejecutivo al demostrarle que para lograr la tan ansiada gobernabilidad era necesario no solo iniciar un verdadero diálogo sino que dicho escenario debía establecerse según sus reglas. El desenlace de esta primera fase pareció darle la razón: el gobierno de derecha tecnocrática, con poca representatividad en el Legislativo (solo 18 congresistas) y un partido frágil sin cohesión interna, hizo oídos sordos a las demandas de abierta confrontación con el mecanismo de confianza y más bien aceptó sentarse a dialogar bajo sus términos con la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori.

Ahora bien, como diversos analistas ya lo han señalado, gobernar sin mayoría en el parlamento ha sido un escenario recurrente en el Perú de los últimos dieciséis años, lo que trajo consigo la presencia de fuertes tensiones entre el Ejecutivo y el Legislativo, las que obligaron al oficialismo a pactar en temas puntuales si bien no con la principal fuerza opositora con terceras bancadas que pudiesen darle cierta ventaja. No siempre se tuvo éxito pero la composición parlamentaria de por los menos los tres últimos gobiernos conferían al oficialismo cierto margen de acción en el Legislativo. (1)

Dichos escenarios, sin embargo, no se constituyen en una opción para el gobierno de Peruanos por el Kambio (PPK). No solo por la composición del parlamento actual -los 72 curules de Fuerza Popular neutralizan cualquier posible pacto con las bancadas restantes (58 votos distribuidos en 20 para el Frente Amplio, 18 para PPK, 9 para Alianza para el Progreso, 5 para Acción Popular y 5 para el Apra. 1 voto adicional corresponde a la congresista Yeni Vilcatoma, quien renunció a Fuerza Popular en septiembre último) sino también por la ausencia de operadores políticos dentro del propio gobierno, esto es, de actores que no solo busquen propiciar eventuales alianzas partidarias con otras bancadas sino que -y sobre todo- emprendan estrategias para consolidar desde su interior al propio oficialismo.

Precisamente, un reciente informe publicado en el semanario Hildebrandt en sus Trece (“Bancada disfuncional”, Edición 329) da cuenta de que los sentimientos de insatisfacción y desacuerdo al interior del partido oficialista se han hecho a tal punto evidentes que ha obligado a que sus congresistas se reúnan por vez primera para tratar de emprender estrategias que mejoren las relaciones al interior de la bancada y propicien una mayor comunicación con el presidente y el propio primer ministro Fernando Zavala. Dicho informe recoge así las versiones de algunos parlamentarios oficialistas que manifiestan sentirse excluidos por el propio Ejecutivo pues les ha resultado imposible, en estos cinco meses de gobierno, conseguir siquiera una audiencia con el primer ministro. Un trago que se ha vuelto aún más amargo cuando no ocurría lo mismo con los voceros de la oposición, quienes por el contrario eran recibidos por Zavala sin tanto aparataje.

Dichas declaraciones no son anodinas pues ponen en evidencia lo que medios, analistas y colectivos han venido advirtiendo en las últimas semanas: el Ejecutivo no dudaría en pactar con la principal fuerza opositora y acceder a implementar progresivamente una especie de cogobierno “no visible” -como lo califica el sociólogo Alberto Adrianzén- o “de facto” -como prefiere llamarlo el historiador Nelson Manrique-, cediéndole así el control de ciertas instituciones y, sobre todo, de ciertos ministerios. (2)  

Las decisiones y acciones políticas del mandatario pre y post censura fueron confirmando esta tendencia que se inclina más por lo pragmático, es decir, lo que garantizaría la puesta en marcha de ciertas líneas programáticas que bajo pretexto de asegurar la gobernabilidad no deben alterar el modelo económico defendido -y en eso, coinciden oficialistas y fujimoristas. De concretarse esto, sin duda generaría un alto costo político y social al ser percibido como una afrenta a esa amplia base social claramente antifujimorista que, quiérase o no, optó por apoyar al entonces candidato Kuczynski para impedir el acceso al poder de Fujimori.

La pregunta que surge sin embargo es si este probable alineamiento del Ejecutivo con el fujimorismo sería capaz de soportar tal situación, la cual, en el peor de los casos, consideraría la decisión del Ejecutivo de pactar con el fujimorismo como una traición a la confianza popular depositada en las elecciones de junio pasado. O será más bien que el mandatario estaría optando por jugar la última carta que su aprobación de 48 por ciento le otorga para aprovechar un estrecho beneficio de la duda que estos sectores le pudiesen otorgar tras haber iniciado -un día después de la tan criticada reunión del presidente con Keiko Fujimori- una serie de conversaciones con las diferentes bancadas minoritarias y, más significativo aún, tras haber reactivado las reuniones del Acuerdo Nacional, instrumento de concertación desde el Ejecutivo a través del cuál se invita a participar de un diálogo nacional no solo a los diferentes partidos sino también a representantes de los sindicatos y gremios así como a otros actores sociales.

Sin pretender calificar esta “segunda fase del diálogo” (3) como un intento legítimo del Ejecutivo para resarcir los errores cometidos en esta primera fase o como un mero gesto político que busca calmar los ánimos, resulta importante reconocer la oportunidad que este nuevo escenario otorga no solo a este gobierno sino también a esa amplia base social que lo llevó al poder y que podría encontrar en este espacio de diálogo una ocasión para entablar caminos de acercamiento tanto al Ejecutivo como al Legislativo, poderes en claro ejercicio de tira y afloja.

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(1) Al respecto, leer “Relaciones peligrosas”, de Fernando Tuesta Soldevilla, publicado en el blog Polítika, el 22 de diciembre de 2016: http://blog.pucp.edu.pe/blog/fernandotuesta/2016/12/22/relaciones-peligrosas/

(2)  Noriega, Carlos (2016, 26 de diciembre). PPK se debilita y el fujimorismo arremete. Página12. Recuperado de https://www.pagina12.com.ar/10754-ppk-se-debilita-y-el-fujimorismo-arremete

(3) La República (2016, 27 de diciembre). La segunda fase. Editorial. Recuperado de http://larepublica.pe/impresa/editorial/834095-la-segunda-fase


Escrito por

Gisela Luján Andrade

Comunicadora (U.Lima) y politóloga (U.Sorbona / PUCP), con estudios de doctorado en Sociología (EHESS-Paris). Miembro Perú de SEHLAC. .


Publicado en

La habitante

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